lunes, 30 de diciembre de 2013

Me paso la vida escuchando cosas como "Me faltó tu apoyo" o "En ese momento te necesitaba", pero, ¿qué hay de mí? Puede que a sus ojos no necesite apoyo porque no lo pido, o no necesite a alguien porque aparente estar bien sola pero, como ya he dicho, sólo a sus ojos.

Un día, llega el frío, y ves que no hay nadie. Que eres como esa vieja figurita de cristal que suele estar en una estantería, inmóvil, que nadie teme que caiga (y tampoco hacen nada porque no lo haga), porque simplemente no se mueve y saben que permanece siempre ahí, pero no tienen en cuenta que a veces... caes. Y te rompes. Y es entonces cuando se dan cuenta que en su día debieron tener cuidado. Pero ya estás roto.

Quizá deba culparme por no ser lo suficientemente fuerte como para reconocer que puede que sola no esté tan bien. Incluso puede que deba hacerlo por esperar demasiado de los demás. ¿Y los intentos por mantenerlos conmigo? Sí, es posible que también sea culpable de eso. Habría sido mejor asumir que sólo nos rodeamos de compañeros de viaje, de gente que te acompaña en un momento de tu vida pero que tarde o temprano se va. Así, no podré decir que se han ido. Diré que me acompañaron ya un tramo, y que es mejor que me acompañe otra persona a partir de ese momento. -Y sí, puede que ésta sea una de las mayores verdades que me han podido decir en mucho tiempo.-

No avisaste de que podías caer. No se preocuparon porque no cayeras. Y ya estás roto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario