viernes, 27 de diciembre de 2013

440.

¿Y ya está? Unas cuantas fotos con una sonrisa -para entonces sincera-. Conversaciones hasta alta horas con los ojos medio cerrados y, en alguna ocasión hasta lágrimas derramadas. Unos números que estaban ahí desde un principio, desde mucho antes de conocernos, pero que cada vez duelen más. Y unas palabras que, un día provocaron la sonrisa más grande del mundo y las lágrimas más sinceras conocidas, pero que hoy ya no están. ¿Eso es todo?

Siempre he pensado que todo acaba. Si es cierto que más de una vez se te pasa por la cabeza, e incluso llegas a decirlo, que algo será para siempre, pero está demostrado que no es más que un intento por hacerte creer que será así. Porque antes o después, todo acaba, todo se va y todo el mundo te olvida.

Por aquel entonces se me pasaba por la cabeza que sería para siempre, y claro, claro que lo dije. Y sí, era, más que nunca, un intento por hacerme creer que podía ser así. Empezaba algo que no quería que acabara.

No era todo lo que siempre había estado buscando, pero sí todo lo que había perdido poco a poco con el paso de varios años y que me faltaba. Ocupaba mis 23 horas -al menos las 17 en las que me mantenía despierta- y ni aun así me parecía mucho. Siempre había algo de que hablar o discutir como era habitual. Pero, ¿y qué? Aunque fuera para discutir estaba ahí. Estaba ahí, incluso antes de todo esto. Como en la sombra, como si esperara el momento justo para aparecer. Y lo hizo. Puede que se acercara con la excusa más estúpida, pero fue lo suficiente para que algo -que sigo sin saber muy bien qué fue- me empujara irremediablemente a prestarle mi ayuda cuando la necesitó. No sé si se llamará destino o simplemente suerte, pero lo que sé con seguridad es que fue la casualidad más bonita de mi vida. 

Desde ese momento, desde esa excusa estúpida y ese mensaje oportuno -pero sobre todo desde ese "a saber qué quiere este ahora"- han pasado cerca de 10 meses. 10 meses como 17 años. Porque al fin y al cabo, es como si fuera toda una vida la que llevamos juntos. 10 meses en los que sólo 3 me bastaron para poder etiquetarlo como "mi mejor amigo" (que no es que me hayan gustado siempre las etiquetas, pero no había mejor manera para referirme a él. La etiqueta era perfecta para él y él era perfecto para la etiqueta.)

Siempre había intentado no llorar delante de nadie, por mostrarme fuerte o no mostrarme débil, o simplemente por estupidez, pero con él ya no importaba. Un "ojalá yo abrazándote ahora" que era capaz de hacerme llorar delante de una cámara como si volviera a tener 5 años, que me impedía mantenerme recta, supongo que por un dolor que te oprime el pecho porque duele necesitar ese abrazo y no poder.
Hoy en día, y es algo que tampoco sé por qué, prefiero evitar que sepa que lloro. No sé si es que he vuelto a ser igual de tonta, o que no quiero que se sienta culpable de mi debilidad, pero prefiero que sea algo que quede para mí.

En realidad, no sé ni por qué escribo... O bueno, puede que esto sí lo sepa. Y quizá sea porque era a él a quien le contaba todas y cada una de las cosas que pasaban por mi vida. Pero, ¿ahora qué? ¿Y si ya no está? ¿Y si lo peor de todo es que necesito escribir sobre él porque tengo miedo de que un día no esté del todo, porque puede que lo pierda? Quizá sea porque duele. Duele 440 veces.

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